En Uruguay, donde el sol de verano invita a disfrutar al aire libre, cuidar la piel se vuelve esencial. Más allá de los protectores solares y las cremas hidratantes, ciertos alimentos pueden marcar una diferencia real. El durazno, esa fruta jugosa y dulce que abunda en mercados locales durante los meses cálidos, es uno de esos aliados naturales que vale la pena incluir en la alimentación diaria.
El durazno destaca por su aporte de betacarotenos, compuestos antioxidantes que el cuerpo transforma en vitamina A. Este nutriente favorece la regeneración celular y ayuda a mantener la piel suave, luminosa y más resistente a los daños solares. Además, su contenido de vitamina C colabora en la producción de colágeno, lo que mejora la elasticidad y firmeza de la piel.
Asimismo, su alto contenido en agua lo convierte en un hidratante natural que contribuye al bienestar general del organismo. Una piel bien hidratada desde el interior tiene menos probabilidades de presentar descamaciones, irritaciones o resequedad tras la exposición solar prolongada.
Comer duraznos después de exponerse al sol
Consumir duraznos después de una jornada al sol no solo es refrescante, también es útil para recuperar la piel. Gracias a sus compuestos fenólicos, esta fruta tiene propiedades antiinflamatorias que pueden ayudar a aliviar la piel enrojecida o sensible. No sustituye una crema para quemaduras, pero sí aporta nutrientes que apoyan la recuperación desde el interior.
Por otro lado, al ser bajos en calorías y ricos en fibra, los duraznos también favorecen la digestión y ayudan a mantener un peso saludable, lo que impacta positivamente en el estado general de la piel.
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