Una conducta puede parecer inofensiva hasta que deja de serlo. En Argentina, cada vez más profesionales alertan sobre el aumento de trastornos alimentarios en jóvenes, especialmente en mujeres de entre 14 y 25 años. El problema no es nuevo, pero ha regresado con una fuerza silenciosa y peligrosa.
La presión por tener un cuerpo ideal se ha trasladado de los espejos a las redes sociales. Lo que antes se decía en voz baja hoy se disfraza de tips “fit” o retos virales. Muchos adolescentes, al buscar pertenecer o encajar, adoptan hábitos que pueden poner en riesgo su salud física y emocional. La dificultad para detectar los primeros signos agrava el panorama, porque no siempre hay pérdida de peso drástica: a veces lo que cambia es la relación con la comida, el cuerpo y el entorno.
¿Cómo identificar un trastorno alimentario en casa?
Los especialistas del Hospital de Clínicas advierten que estos cuadros no se ven igual en todos. Pueden comenzar con restricciones “por salud”, ejercicio excesivo o cambios de humor relacionados con la comida. También hay señales como esconder alimentos, evitar comer en grupo o pasar horas frente al espejo. Prestar atención sin juzgar es el primer paso para ofrecer ayuda.
Por otro lado, aunque no existe una causa única, los entornos hiperexigentes y el bombardeo constante de imágenes editadas influyen notablemente. De igual manera, hablar con naturalidad sobre alimentación, cuerpo y bienestar ayuda a prevenir. Escuchar, validar emociones y acompañar con empatía es clave.
La detección precoz mejora el pronóstico de recuperación. Además del rol de las familias, docentes y adultos cercanos pueden hacer una gran diferencia. Una consulta a tiempo con un profesional de la salud mental o la nutrición puede frenar el avance del trastorno y evitar consecuencias más graves.
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