Lavar el pollo antes de cocinarlo parece un gesto de limpieza, pero en realidad puede ser una de las prácticas más peligrosas en la cocina. En España, expertos en seguridad alimentaria advierten que este hábito facilita la propagación de bacterias como Campylobacter y Salmonella, responsables de gran parte de las infecciones alimentarias detectadas en los últimos años.
Cuando el agua del grifo toca el pollo, las gotas salpicadas pueden alcanzar superficies, utensilios y otros alimentos, contaminándolos sin que lo notes. Estas bacterias no se eliminan con el enjuague, sino únicamente al cocinar el producto a una temperatura mínima de 75 °C.
Además, la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) ha reiterado que el contacto cruzado es una de las principales causas de intoxicación doméstica. Por eso, mantener la higiene de la cocina no depende de lavar el pollo, sino de manipularlo correctamente.
Para reducir riesgos, se recomienda manipular el pollo con utensilios exclusivos, lavarse bien las manos tras tocarlo y limpiar las superficies con agua caliente y jabón. El simple gesto de evitar el grifo marca una gran diferencia en la prevención de enfermedades.
La seguridad alimentaria empieza en casa
Los alimentos crudos siempre requieren precaución, y el pollo es uno de los más sensibles. En consecuencia, cocinarlo completamente, refrigerarlo bien y evitar la contaminación cruzada son las claves para disfrutarlo sin riesgos.
Según datos actualizados de agosto de 2025, las infecciones por Campylobacter siguen siendo la principal causa de gastroenteritis bacteriana en Europa, con miles de casos vinculados al manejo inadecuado de aves crudas.
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