Quienes comen pan y sienten molestias digestivas, inflamación o fatiga no están exagerando. En España, cada vez más personas presentan sensibilidad al gluten no celíaca, una condición real que va mucho más allá de una moda o “capricho alimentario”.
Aunque no se trata de enfermedad celíaca ni de alergia al trigo, la sensibilidad al gluten puede generar síntomas similares: dolor abdominal, hinchazón, diarrea, cansancio crónico e incluso alteraciones del estado de ánimo. Según el Hospital Universitario La Paz de Madrid, se estima que este trastorno afecta al 6% de la población, una cifra nada despreciable que merece atención.
Sensibilidad al gluten: más frecuente de lo que se cree
Lo complejo es que aún no existe una prueba diagnóstica específica, por lo que se detecta por descarte: si las pruebas de celiaquía y alergias son negativas, pero los síntomas desaparecen al eliminar el gluten y reaparecen al reintroducirlo, puede tratarse de sensibilidad.
La buena noticia es que, al no tratarse de una enfermedad autoinmune como la celiaquía, no provoca daños permanentes en el intestino. Sin embargo, eso no significa que deba tomarse a la ligera. Escuchar al cuerpo, observar los síntomas y acudir a un especialista son pasos clave para recibir una orientación adecuada, sin caer en dietas restrictivas innecesarias.
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Comer sin gluten no es para todos
Eliminar el gluten sin motivo puede provocar deficiencias nutricionales si no se hace bajo supervisión. Por ello, siempre es mejor consultar con un nutricionista antes de realizar cambios drásticos en la alimentación. Además, muchos productos etiquetados como “sin gluten” suelen ser ultraprocesados, con más azúcares o grasas añadidas.
Por otro lado, un reciente estudio de septiembre de 2025 realizado por la Sociedad Española de Patología Digestiva confirmó que el número de diagnósticos por sensibilidad al gluten ha crecido un 30% en los últimos dos años. Esta tendencia refleja una mayor conciencia, pero también la necesidad urgente de más información clara y accesible.
