Los cambios hormonales en la menopausia pueden alterar el estado de ánimo, el sueño y el apetito, despertando una necesidad constante de azúcar que no siempre tiene que ver con hambre real. En países como México, donde el consumo de azúcar es alto y el acceso a alimentos procesados es amplio, este antojo puede agravarse si no se identifican sus causas desde una perspectiva integral.
La clave está en el equilibrio hormonal y emocional
Durante esta etapa, el descenso de estrógenos y progesterona puede afectar la producción de serotonina y dopamina, neurotransmisores que regulan el placer y la calma. Por eso es común buscar en el azúcar una vía rápida para sentirse bien. Sin embargo, ese alivio es momentáneo y suele venir acompañado de subidas y bajadas bruscas de energía.
Para estabilizar estos picos, se recomienda incluir alimentos ricos en triptófano como nueces, plátano o huevos, así como fuentes de carbohidratos complejos (avena, legumbres, camote). Estos no solo sacian el apetito, también ayudan a generar una sensación de bienestar más duradera.
Además, mantener una rutina de ejercicio ligero y priorizar el descanso nocturno ayuda a reducir el estrés, otro gran impulsor del deseo por lo dulce. Hacer pausas activas, practicar respiración consciente o simplemente caminar 15 minutos al día puede marcar una gran diferencia.
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