Comer bien debería ser un derecho, no un privilegio. En México, millones de personas aún enfrentan carencias alimentarias que afectan su salud, su desarrollo y sus oportunidades. Por eso, la meta Hambre Cero representa mucho más que un objetivo global: es un compromiso con la vida y con el futuro. Alcanzarlo requiere unir esfuerzos entre gobiernos, empresas, comunidades y ciudadanos para garantizar que nadie quede fuera de la mesa.
El concepto de Hambre Cero no se trata solo de erradicar la desnutrición. Implica crear sistemas alimentarios sostenibles, fortalecer la producción local y asegurar que cada persona tenga acceso a alimentos nutritivos y suficientes. Además, promueve la educación nutricional para que las familias puedan tomar decisiones más saludables y conscientes sobre lo que comen todos los días.
Hambre Cero, una meta posible con acción colectiva
La buena noticia es que el cambio ya está en marcha. Diversas iniciativas mexicanas impulsan la producción responsable, la distribución equitativa y el aprovechamiento de excedentes alimentarios. Organizaciones sociales, universidades y empresas están colaborando para reducir el desperdicio, mejorar la nutrición infantil y apoyar a comunidades rurales con programas de agricultura sustentable. Cada esfuerzo cuenta, y cada alimento que no se desperdicia también.
De igual manera, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) advierte que más de 30 millones de personas en América Latina viven en inseguridad alimentaria. México se encuentra entre los países con mayores avances en políticas públicas para mejorar la alimentación, pero el reto continúa. Alcanzar Hambre Cero no solo significa alimentar cuerpos, sino construir una sociedad más justa, sana y solidaria.