La Comisión EAT–Lancet estimó que cambiar los hábitos alimenticios bajo el modelo de la dieta planetaria podría evitar hasta 11 millones de muertes prematuras cada año. Este plan alimentario busca equilibrar la salud humana con la sostenibilidad ambiental, al promover un consumo mayor de vegetales y una reducción de carne roja y azúcares añadidos.
La propuesta plantea un plato que combina cereales integrales, frutas, legumbres, semillas y vegetales como base, con un consumo moderado de pescado, pollo y lácteos. Los alimentos de origen animal se consideran complementos, no el centro del menú. Además, fomenta el uso de grasas saludables como el aceite de oliva en lugar de grasas saturadas.
Nutrición responsable para reducir el impacto ambiental
La dieta planetaria se diseñó con la intención de disminuir la presión sobre recursos naturales y mitigar emisiones de gases de efecto invernadero vinculadas a la producción de alimentos. Asimismo, reducir el consumo de carne roja representa uno de los mayores beneficios para el planeta, pues estas especies generan una huella ambiental elevada.
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Retos de adopción
Aunque su fundamento es sólido, los desafíos de implementación varían según las regiones. En países con alta dependencia de proteína animal, la transición requiere educación nutricional, incentivos económicos y políticas públicas que respalden un acceso justo a productos frescos y locales.
Beneficios en salud pública
Entre los principales efectos positivos destacan la disminución del riesgo de enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2 y obesidad. La combinación de alimentos frescos, balanceados y con bajo contenido en azúcares procesados ofrece un camino hacia una mejor calidad de vida.
