En España, el consumo de leche ha sido parte del día a día por generaciones. Sin embargo, voces expertas comienzan a cuestionar si este hábito es realmente saludable para todos. Juanmi Pons, entrenador personal especializado en alto rendimiento y salud metabólica, ha declarado que no recomienda consumir leche de vaca. Su argumento no se basa en modas, sino en la biología: “La leche es un producto diseñado para animales herbívoros, y nuestra flora intestinal es la de un carnívoro”, señaló recientemente.
Aunque esta afirmación puede parecer drástica, abre una conversación necesaria sobre los lácteos en la dieta adulta. Para muchas personas, la leche no causa ningún problema. Pero para otras, puede generar inflamación, molestias digestivas o incluso reacciones autoinmunes. No se trata de satanizar el alimento, sino de reconocer que no todos los cuerpos lo procesan igual.
Leche y sistema digestivo: una relación compleja
Los lácteos contienen lactosa, un azúcar que necesita de la enzima lactasa para digerirse correctamente. A partir de los tres años, la mayoría de los humanos pierde esa capacidad de forma parcial o total. Esto explica por qué tantas personas experimentan hinchazón o gases al tomar leche. En este contexto, la recomendación de Pons cobra sentido: más que imponer o prohibir, invita a observar cómo responde tu cuerpo.
Además, los beneficios que comúnmente se atribuyen a la leche como el calcio para los huesos pueden obtenerse de fuentes como el brócoli, las almendras o las sardinas. De igual manera, muchas bebidas vegetales fortificadas ofrecen opciones sin lactosa y sin los efectos secundarios indeseados.
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