Después de una noche con poco descanso, es más probable que se te antoje comida alta en grasas, azúcares o ultraprocesada. No es simple casualidad ni cuestión de fuerza de voluntad: en realidad, tu cerebro cambia sus preferencias alimenticias cuando no ha dormido lo suficiente. Así lo revela un reciente estudio publicado por investigadores de la Universidad de California, quienes analizaron cómo la calidad del sueño influye en las decisiones alimentarias.
En México, donde la población duerme menos de siete horas en promedio y enfrenta altos índices de obesidad, este hallazgo cobra especial relevancia. Dormir mal no solo afecta el ánimo o la concentración, también altera los sistemas que regulan el apetito. Cuando hay privación de sueño, se activa una zona del cerebro que intensifica el deseo por alimentos altamente calóricos, mientras se reduce la actividad en regiones asociadas al autocontrol. El resultado: comemos más y peor.
Dormir poco modifica el cerebro y lo que eliges comer
El estudio, publicado en agosto de 2025, utilizó imágenes cerebrales para observar el comportamiento de más de 100 personas frente a diversos tipos de alimentos tras una noche de sueño normal y otra con menos horas de descanso. Los resultados fueron claros: cuando las personas dormían mal, su cerebro reaccionaba con mayor intensidad ante la comida poco saludable, sobre todo frituras, postres y snacks ultraprocesados.
Además, se registró un aumento en los niveles de grelina, la hormona que estimula el hambre, y una disminución de leptina, encargada de dar la señal de saciedad. Es decir, no solo deseamos más comida, también sentimos que nunca es suficiente. Dormir bien, por tanto, no es solo cuestión de descanso, también es una estrategia concreta para cuidar la salud metabólica.
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