Una cucharada generosa de crema de cacahuate untada sobre pan tostado puede parecer inocente. Sin embargo, en España y otros países, su creciente popularidad ha abierto un debate clave: ¿son realmente saludables las cremas de frutos secos o se trata de una moda disfrazada de bienestar?
Las cremas de almendra, avellana, anacardo o cacahuate pueden ser una opción nutritiva si se eligen bien. Lo ideal es que estén elaboradas solo con el fruto seco triturado, sin azúcares añadidos, aceites refinados ni sal extra. En su forma más pura, estas cremas aportan proteínas vegetales, fibra, grasas insaturadas y micronutrientes como magnesio, fósforo o vitamina E.
Cómo elegir una buena crema de frutos secos
El truco está en leer la etiqueta. Una crema saludable debe tener un solo ingrediente: el fruto seco. Si ves azúcar, aceites vegetales añadidos o jarabes, no estás ante la mejor opción. Además, es fácil pasarse con la cantidad. Aunque sean nutritivas, las cremas de frutos secos son densas en calorías: una cucharada puede aportar más de 100 kcal.
Por eso, se recomienda consumirlas con moderación. Un par de cucharadas al día pueden integrarse perfectamente en una dieta equilibrada, ya sea en el desayuno, con fruta, yogur natural o como snack energético.
A diferencia de lo que muchos creen, no hay evidencias de que estas cremas engorden por sí solas. Estudios recientes indican que el consumo responsable de frutos secos no se asocia con aumento de peso. Lo que sí importa es el contexto: no sirven para “compensar” una dieta alta en ultraprocesados.
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