Elegir qué poner en el plato no solo define el sabor, también influye en la calidad nutrimental y en el presupuesto familiar. En México, consumir alimentos de temporada representa una práctica sencilla que conecta salud, economía y sostenibilidad sin exigir cambios drásticos en la rutina.
Cuando frutas y verduras se cosechan en su momento natural, llegan al consumidor con mayor frescura. Esto se traduce en mejor textura, color y concentración de vitaminas, minerales y antioxidantes. Además, estos productos suelen requerir menos procesos de conservación, lo que preserva mejor sus nutrientes.
Otro beneficio clave se refleja en el precio. La abundancia estacional incrementa la oferta local y reduce costos de producción, transporte y almacenamiento. En consecuencia, los alimentos de temporada suelen ser más accesibles que aquellos fuera de ciclo, especialmente en mercados y tianguis.
Desde el punto de vista ambiental, esta elección también importa. Consumir productos locales de temporada disminuye la huella de carbono asociada al transporte prolongado y al uso intensivo de refrigeración. De igual manera, fortalece cadenas agrícolas regionales.
Alimentos de temporada como base de una dieta equilibrada
Adaptar la alimentación a las estaciones permite variar nutrientes a lo largo del año. En meses cálidos predominan frutas ricas en agua y vitamina C, mientras que en épocas frías destacan verduras más densas en fibra y micronutrientes. Este cambio natural ayuda al cuerpo a responder mejor a las condiciones climáticas.
En otoño e invierno, por ejemplo, manzana, pera, cítricos, calabaza y verduras de raíz se encuentran en su mejor punto. En primavera y verano destacan fresas, melón, sandía, jitomate y hojas verdes. Esta rotación favorece una dieta más diversa y completa.
Estudios recientes sobre hábitos de consumo en 2024 y 2025 muestran que las dietas ricas en frutas y verduras frescas de temporada se asocian con mayor ingesta de fibra y menor consumo de alimentos ultra procesados, un factor clave para la prevención de enfermedades crónicas.
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