Cuando pensamos en inteligencia artificial, lo último que imaginamos es su impacto en lo que comemos. Sin embargo, en países como México, donde las enfermedades crónicas asociadas a la mala alimentación afectan a millones de personas, la IA ya comienza a convertirse en una herramienta clave para cambiar esta realidad.
Lejos de reemplazar a nutriólogos o médicos, la IA puede ayudarlos a ofrecer recomendaciones más precisas y personalizadas, basadas en patrones de salud, historial clínico, cultura alimentaria y hasta nivel socioeconómico. En un país con alta prevalencia de obesidad y diabetes tipo 2, este tipo de asistencia puede marcar la diferencia entre una dieta que solo se intenta… y una que realmente funciona.
Inteligencia artificial en nutrición: personalizada, precisa y posible
Aplicada con ética y responsabilidad, la IA puede apoyar desde la identificación de deficiencias nutricionales hasta el diseño de planes alimenticios accesibles y sostenibles. Algunos algoritmos ya logran predecir el riesgo de enfermedades crónicas a partir de lo que una persona come regularmente. Otros analizan el impacto de los alimentos ultraprocesados en distintos grupos poblacionales.
Además, la IA permite crear simulaciones para entender cómo ciertos cambios en el sistema alimentario podrían mejorar la salud pública. Esto podría beneficiar especialmente a comunidades vulnerables donde la buena nutrición suele parecer un lujo.
Un reciente informe del Foro Económico Mundial (agosto 2025) advierte que, si no se toman medidas urgentes, la malnutrición podría superar al cambio climático como la principal amenaza para la salud global en las próximas décadas.
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