Comer tarde en la noche no es solo un hábito, también puede condicionar la manera en que el cuerpo almacena energía. En México, especialistas en nutrición advierten que la hora en la que se consumen los alimentos influye en la predisposición a la obesidad, incluso más de lo que solemos imaginar.
El cuerpo sigue ritmos internos llamados circadianos que regulan sueño, energía y metabolismo. Cuando esos ritmos se alteran, por ejemplo, al cenar demasiado tarde, se favorece la acumulación de grasa y se dificulta el control del apetito. Además, estudios recientes señalan que quienes concentran gran parte de sus calorías al final del día tienen mayor riesgo de aumento de peso que quienes distribuyen sus comidas desde la mañana.
El horario de comidas sí importa en la obesidad
Mantener horarios regulares de alimentación ayuda a que el metabolismo funcione de manera eficiente. Iniciar el día con un desayuno equilibrado y dar espacio suficiente entre cada comida favorece la saciedad y el gasto energético. Asimismo, los especialistas destacan que cenar ligero y al menos dos horas antes de dormir contribuye a mejorar la calidad del sueño y el control de glucosa.
No se trata de contar calorías de forma obsesiva, sino de alinear las comidas con el reloj biológico. Por ejemplo, quienes trabajan de noche o tienen horarios irregulares deben prestar especial atención a la planificación de sus alimentos para evitar desequilibrios. Del mismo modo, la evidencia sugiere que distribuir proteínas y carbohidratos a lo largo del día genera un efecto más positivo que concentrarlos en una sola comida.
En agosto de 2025, investigadores europeos publicaron que el consumo de alimentos después de las 21:00 horas aumenta en 23 % la probabilidad de desarrollar obesidad en adultos jóvenes. Este hallazgo refuerza la importancia de no solo vigilar qué se come, sino también a qué hora.
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