Para la Organización Mundial de la Salud, la población mundial mayor de 60 años superará los 2,000 millones en 2050, lo que representa más del doble de la cifra actual.
Este crecimiento obliga a poner atención en los hábitos alimenticios de las personas adultas, ya que la nutrición influye directamente en la energía, la vitalidad y la prevención de enfermedades crónicas.
Una alimentación equilibrada no requiere transformaciones radicales. Incrementar la ingesta de fibra, priorizar proteínas magras y elegir granos enteros son cambios simples que aportan beneficios inmediatos.
Estos ajustes ayudan a mantener la masa muscular, regular la digestión y estabilizar los niveles de energía a lo largo del día.
Importancia de la hidratación y los micronutrientes
La deshidratación es frecuente en personas mayores, pues la sensación de sed disminuye con la edad. Beber suficiente agua y complementar con frutas y verduras ricas en líquidos contribuye a evitar fatiga y mareos.
Además, vitaminas como la B12 y minerales como el calcio fortalecen huesos y funciones neurológicas, reduciendo riesgos asociados al envejecimiento.
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Planificación y moderación como aliados
Organizar comidas en horarios regulares facilita la digestión y previene la caída repentina de energía. Por otra parte, reducir el consumo de azúcares refinados y grasas saturadas mejora el control del peso y protege la salud cardiovascular. Estos ajustes no solo prolongan la vitalidad sino que elevan la calidad de vida en el largo plazo.
Combinar buena nutrición con actividad física ligera, como caminatas o estiramientos, amplifica los efectos positivos de la alimentación. El movimiento estimula el metabolismo, mejora la circulación y complementa la absorción de nutrientes, reforzando el bienestar integral en etapas posteriores de la vida.
