Investigaciones publicadas en The American Journal of Clinical Nutrition señalan que aumentar en un 20 % el consumo de alimentos con triptófano favorece la eficiencia del sueño.
Este aminoácido esencial estimula la producción de serotonina y melatonina, dos reguladores naturales de los ciclos circadianos. Dicho hallazgo confirma que la dieta desempeña un papel clave en la recuperación nocturna.
Los frutos secos, las legumbres y los lácteos aportan triptófano en cantidades relevantes. Integrarlos en la cena facilita conciliar el sueño y mantenerlo estable durante la noche.
Del mismo modo, el magnesio presente en verduras de hoja verde y el zinc contenido en mariscos ayudan a relajar la musculatura y equilibrar la actividad nerviosa. Incorporar grasas saludables provenientes de pescado azul o aguacate contribuye a sostener el balance hormonal nocturno.
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Hábitos que refuerzan el efecto de la dieta
Más allá de la alimentación, resulta fundamental crear un entorno favorable para dormir. Reducir la exposición a dispositivos electrónicos en las horas previas ayuda a mantener el ritmo biológico natural. Evitar cenas copiosas previene digestiones pesadas y disminuye despertares nocturnos. Mantener una temperatura cercana a los 19 °C en la habitación mejora la continuidad del sueño y prolonga sus fases profundas.
Establecer horarios regulares para comer y descansar consolida la sincronización interna del organismo. Cada ajuste, desde la elección de nutrientes hasta el ambiente de la habitación, repercute en la capacidad de alcanzar un sueño reparador y en el bienestar general.
