“Lo he probado y es muy bueno. Si tuviera que ponerle un sabor, diría que es levemente umami”, dice Peter Rowe, director ejecutivo de la firma de Biotecnología Deep Branch.
Rowe se toma su trabajo muy en serio, y no está hablando de comida para humanos. Lo que ha comido son muestras de una proteína artificial creada especialmente para alimentar animales.
El umami es conocido como el quinto tipo de sabor que perciben los humanos además del dulce, salado, ácido y amargo.
El equipo de Rowe trabaja para reducir la huella contaminante de la comida para animales, que muy frecuentemente se distribuye en envíos alrededor de todo el mundo.
“La producción de soja, que es la fuente de proteínas para alimentar animales como los pollos, o la harina de pescado, la principal fuente de proteínas para los salmones, suelen hacerse en Sudamérica”, afirma Rowe.
En el caso de la harina de pescado, las anchoas se capturan aguas afuera de las costas de Perú y Chile.
Luego se procesan y se envían por todo el mundo. Igualmente, las plantaciones de soja en Brasil o Argentina pueden implicar la deforestación de algunas zonas y el uso de grandes cantidades de fertilizantes o maquinaria agrícola y, de nuevo, transporte a larga distancia.
“Así que gran parte de la intensidad de la huella de carbono se debe a los procesos en sí mismos y otra gran parte a los envíos”, explica Rowe.
Una posible respuesta podría estar en basar la alimentación de los animales en proteínas unicelulares producidas a través de un proceso de fermentación en el que se usen levaduras, bacterias o algas. Las plantas pueden encontrarse en cualquier lugar en el que haya la materia prima que suelen usar los microorganismos: metano, etanol, azúcar, biogás o incluso madera.
A través de un proyecto llamado “Reacciona Primero”, que ha recibido 3 millones de libras de financiación de Innovate UK, una agencia pública británica dedicada al fomento de la Innovación, sus científicos trabajan en reducir la huella contaminante de la comida para animales.
Además de Deep Branch, en el proyecto participan académicos y empresas como Drax, el mayor productor de energía renovable de Reino Unido, o la cadena de supermercados Sainsbury’s.
Ahora está produciendo casi a partir de la nada un alimento rico en proteínas al que han bautizado como Protón.
Se basa en un proceso de fermentación del gas por el que los microbios se alimentan con dióxido de carbono, hidrógeno producido por electrólisis y agua. Eso genera como material sobrante la proteína de Protón.
El mayor desafío para los productores de proteínas unicelulares es lograr fabricarlas a una escala comercial, afirma Laura Krishfield, investigadora asociada en la firma de análisis Lux Research.
“Las proteínas unicelulares acarrean un enorme coste de inversión”, dice. “Hemos visto que las instalaciones para hacerlo van a costar más de US$100 millones, así que no van a a ser baratas. Y muchas de ellas traen consigo otros retos claves, como el acceso a los gases que se usan como materia prima”.
En el caso de Deep Branch, las emisiones industriales aportan la fuente de dióxido de carbono (CO2), tanto para el proyecto de investigación en Reino Unido, como para el centro más desarrollado que tienen en el Campus Brightlands Chemelot Campus, en Países Bajos.
“Le encontramos un gran valor a asociarnos con gente como Drax, y la razón es que están trabajando en tener un proceso por el que todo el CO2 que crean se almacena y retiene bajo el Mar del Norte”, asegura Rowe.
“Están poniendo mucho esfuerzo en colocar la infraestructura, de modo que tengamos acceso a nuestro CO2 de la misma manera en que a nivel residencial se tiene acceso al gas natural y la electricidad. Básicamente, se convierte en un servicio para nosotros. Y lo mismo ocurre con el hidrógeno, que es el otro ingrediente que necesitamos”.
Al producir el suministro cerca de donde se necesita y utilizar productos sobrantes como la materia prima de la fermentación, la huella de carbono de la proteína se reduce en un 90% en comparación con los métodos tradicionales.
Y eso, dice Rowe, reduce la huella del mismo salmón, incluido el transporte y el envasado hasta en una cuarta parte.